lunes, 29 de noviembre de 2010

LAS FAVELAS, BRASIL

Una Favela es una vivienda de escasas proporciones y pobre construcción, que suele edificarse en zonas suburbanas. Porción de territorio abandonadas por el Estado brasileño desde hace cuatro décadas en favor de las bandas armadas.

A lo largo de la historia los barrios bajos del mundo se han relacionado con el corazón del crimen, el narcotráfico y narcomenudeo, con la violencia.

Territorios distantes que se emplean como pequeñas ciudades donde habitan los desplazados a causa de fenómenos naturales, sociales, políticos, económicos y culturales; los renegados de una sociedad que crecen y se desarrollan en ambientes donde las formas de romper relación con toda esta cadena, se reduce a dos posibilidades: la fuga o la muerte.

Ciudades fantasma, los que viven en ella saben de su existencia, pero ausentes para la gran urbe capitalista. El olvido es la constante para estos pueblos cercenados por la política del terror y su mundo material.

Una juventud sin inocencia, con instinto de supervivencia, pasando por encima de quien sea para convertirse en el jefe de la pequeña urbe, lo que conlleva mucho dinero de por medio, respeto, conteniendo en el mismo hecho el signo de poder.

Estos barrios marginales se han convertido en todo un icono en Río de Janeiro porque, a diferencia del resto de ciudades de Brasil, no se limitaron a las periferias deprimidas y proliferaron por las laderas de toda la ciudad, lo que permitió a los pobres residir cerca de las zonas ricas donde trabajan.

Dos millones de personas -un tercio de la población de Río- vive en unas mil favelas aproximadamente, algunas de ellas localizadas en escarpadas colinas que se asoman sobre lugares turísticos como las playas de Copacabana e Ipanema y en la falda del monte del Corcovado, que corona la estatua del Cristo Redentor.

El impactante contraste del paisaje abigarrado de casas de ladrillo sobre barrios señoriales y junto a frondosos bosques tropicales han convertido esas barriadas cariocas en una exótica atracción turística, muy visitada por europeos y estadounidenses.

Los propios vecinos promueven paseos por los callejones intrincados y laberínticos, donde se puede contemplar la frágil estructura de las viviendas, construidas por sus propios habitantes de forma caótica y desordenada, sin plan urbanístico ni arquitectónico.

El panorama típico de cualquier favela son marañas de cables, basuras amontonadas a la espera

de que pasen los servicios de limpieza y, en demasiadas ocasiones, ríos de aguas negras sin canalización, un problema que favorece la proliferación de enfermedades como tuberculosis y dengue.

Las barriadas ubicadas en grandes pendientes son especialmente vulnerables a los corrimientos de tierras, que se repiten a cada año con mayor o menor virulencia.

Sin embargo, estos barrios pobres también están llenos de vida. En cada esquina florecen minúsculos bares, restaurantes, tiendas y escuelas, y cada plazoleta se transforma en una rudimentaria cancha de fútbol, auténtica pasión de los brasileños.

Las favelas más antiguas tienen ya un siglo

de existencia, pero solo a comienzos de los años setenta se convirtieron en una amenaza para la seguridad cuando las bandas ganaron poder con el tráfico de drogas y crearon feudos en estos barrios olvidados por las políticas estatales.

Los narcotraficantes sustituyeron al Estado y se erigieron en benefactores de la población, ofreciendo servicios como luz, gas o televisión por cable y organizando concurridas fiestas, en las que acuden armados con pistolas y fusiles para exhibir su poder.

El drama de las favelas fue retratado por exitosos filmes como "Ciudad de Dios" (2002), de Fernando Meirelles, o "Tropa de elite" (2007), de José Padilha, ganadora del Oso de Oro en el festival de Berlín y que acaba de estrenar su segunda parte.

La secuela, que en sus primeras semanas se ha convertido en una de las películas más taquilleras de Brasil, denuncia la actividad de los grupos mafiosos de policías, conocidos como "milicias", que han sustituido a los "narcos" en decenas de favelas, donde extorsionan a la población con métodos igual de violentos que sus predecesores.

Estos filmes mostraron con crudeza los brutales métodos de violencia utilizados por estos grupos criminales, que alimentan las abultadas estadísticas de muertes de Río.

La Vila Cruzeiro, favela que era considerada como el cuartel general de la mayor banda armada de la ciudad. Esta barriada, considerada una fortaleza inexpugnable, también es célebre por un ilustre vecino, el futbolista Adriano Leite Ribeiro, del club Roma italiano.

Caminar por las calles de Río significa divisar impactantes contrastes, quedarse mirando mansiones y palacios de belleza espectacular y voltear para toparse con el gigantesco mundo de las Favelas.

En la ‘Cidade maravilhosa’ la tercera parte de sus habitantes habitan en las Favelas y hay una de todas que se destaca y se denomina Rocinha. En la Rocinha, ubicada en Gavea uno de los barrios más ricos de la ciudad, habitan entre 300.000 y 500.000 ciudadanos.

Las Favelas comenzaron a decorar el paisaje carioca a fines del siglo XIX, pero recién en la década de 1930 adquirieron parte de su dimensión en la ciudad. Diez años después, entre 1941 y 1943, se produjo un incremento desmedido de sus poblaciones y las autoridades no sabrían como controlar. Diversas acciones con fines urbanísticos intentaron ser aplicadas por la Alcaldía de Río de Janeiro e inclusive el Gobierno del país, pero nunca con suceso.

Con los años el crecimiento de las Favelas creo el ambiente propicio para que la delincuencia y las organizaciones del narcotráfico encontraran en ellas las bases perfectas para su refugio.

Con ellas se instauró la Guerra en las Favelas y la Cultura del miedo comenzó a dominar sus calles.

Las Favelas de Río de Janeiro son las más famosas de Brasil, entre ellas Rocinha, Vila Canoas y Complejo del Alemán.

Las clases medias brasileñas y las altas, obviamente, hacen la vista gorda a estas construcciones monstruosas que denotan una suerte de estilo colonial. Calles empinadas, viviendas precarias y escasas de luz natural, pasajes que parecen laberintos, marginalidad, violencia y delito, generan la exclusión social y económica recaiga sobre sus habitantes y sean vistas como un submundo.

Pero a partir de los años 90’ éstas se abrieron al turismo. Fueron los extranjeros asentados en el país quienes decidieron investigar sobre estas subculturas que habitaban en presencia de todos y nadie quería ver. Con lo años este nuevo circuito turístico se fue perfeccionando y comenzaron a aparecer los guías turísticos (personajes que cuentan con el aval de la sus habitantes para que le muestren a los turistas lo que se puede mostrar) y muchos aventurados excursionistas sumaron a las Favelas en sus destinos de viaje. Significan un paseo realmente emocionante y diferente, donde se puede observar Brasil desde otra perspectiva.

En Río de Janeiro existen una 750 Favelas, donde viven el 20% de la población total de la ciudad. La Rocinha que es la más afamada se encuentra ubicada en un lugar privilegiado del mapa, en una colina frente al mar.

Río de Janeiro llevó tanques a las favelas para combatir el narcotráfico

La violencia en Río de Janeiro, ciudad que cobra nuevas víctimas mortales en la batalla que libran las fuerzas del orden contra el narcotráfico, ingresaron seis tanques a la favela de Vila Cruzeiro, suburbio violento donde ya estaban actuando 10 vehículos blindados del BOPE (Batallón de Operaciones Policiales Especiales) y donde las autoridades creen que se han escondido los narcos más peligrosos.

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